Hace aproximadamente dos años estaba bastante motivada por hacer un seminario, que pienso yo ha cambiando muchísimo mi forma de pensar pero a la vez ha tenido una gran impacto en mi forma de comunicarme con mis pacientes, con mis clientes, incluso con todo el circulo de personas en el que me muevo y hasta con mis seres mas queridos.
Y esto fue por el hecho de empezar a conocer el concepto de la “Entrevista Motivacional”. Un método de comunicación creado en los 80s-90s por los terapeutas Miller y Rollnick. Al principio se centro en las adicciones, pero luego se trato de crear un abanico de posibilidades para preparar las personas para el cambio de hábitos.
Miles de artículos se han publicado sobre el tema, y que abalan su utilización [1, 2, 3]. La idea es “danzar” con el paciente o cliente dentro de las cuatro fases en que se enmarca este tipo de entrevista: vincular, enfocar, evocar y planificar.
En todo momento se trata de una colaboración activa con el entrevistado, evocar desde el respeto sus motivaciones para el cambio, utilizar sus propios conocimientos acerca del tema, y de su propia vida, aceptar que suceda lo que suceda es el cliente/paciente quien toma la decisión personal para que el cambio se efectué o no, partiendo del respeto de su propia autonomía. Se trata en todo momento de explorar y resolver la ambivalencia que la persona muestra ante el cambio.
La empatía, y la compasión son valores fundamentales que acompañan en todo momento este tipo de comunicación. Muchas veces solo nos dedicamos a escuchar para responder, pero con esta técnica nos centramos en escuchar para poder entender. Se utiliza lo que la persona dice para reflejarlo en la conversación, y de esta manera se siente la persona que esta siendo de verdad escuchada. Es como si el entrevistador a través de preguntas abiertas, actuara como si fuese un espejo de la persona.
Al utilizar este tipo de lenguaje, es necesario aprender a escuchar sin juzgar, o evitar reflejos de corrección. Como cuando nosotras/os las/los dietistas-nutricionistas nos apresuramos en decirle al paciente/cliente que es lo que necesita dependiendo de su diagnóstico médico. Cuando en realidad, necesitamos es encontrar un punto medio entre un estilo de acompañamiento el que se “confía” en que el paciente/cliente es experto en encontrar lo que es mejor para él, y un estilo de guía donde se brinda información cuando sea necesario. No de persuadir para que la persona haga lo que uno piensa que debe hacer.
En ocasiones las personas que trabajamos en el ámbito de la salud, creemos o al menos eso creía yo, que con el conocimiento que habíamos adquirido debíamos en todo momento actuar rápidamente, para identificar todas las situaciones de riesgo para “ayudar” a las personas a disminuir ese riesgo potencial, a través de mejores hábitos en salud. Y sino lo lográbamos, esto podía generarnos mucha frustración. Pero es que si las personas no se sienten motivadas para realizar cualquier cambio que sea, es prácticamente imposible que el profesional pueda hacer algo.
Es como cuando una mujer asiste con su esposo a una consulta de nutrición, porque a él le acaban de diagnosticar diabetes, pero él solo asiste porque ella quiere. Porque en realidad a él no le interesa en absoluto. En este caso, el profesional intentará conectar con el paciente al inicio, y si es posible continuar hasta la fase de evocar, de manera que sea la misma persona a través de la entrevista, la que encuentre sus propias motivaciones, y el profesional con la conversación permitir que la persona pueda verlas. Pero es inútil crear de inmediato, un plan de nutrición si el paciente aun no se ha comprometido para un proceso de cambio de hábitos. Porque al final es la misma persona que son sus propios recursos llega hasta donde lo desea.
Utilizando esta técnica no se pregunta por ejemplo: Le preocupa su salud? que es una respuesta cerrada y no genera ninguna reflexión por si misma, sino por ejemplo, que aspectos de su salud le preocupan en este momento?
Por supuesto, esta técnica de comunicación es todo un arte que requiere años de práctica, que me hubiese encantado conocer en mis años como estudiante de universidad, y no después de dos décadas de practica laboral. Me hubiese ahorrado muchos pensamientos innecesarios pensando si lo estaba haciendo bien o no, en vez de centrarme en como comunicarme mejor.