Una persona normalmente respira entre 8 a 16 veces por minuto en reposo, un niño preescolar entre 20 a 28. Sin embargo este acto tan vital, lo hacemos consciente solo cuando pensamos en ello, o a través de la meditación, cuando realmente nos podemos concentrar en hacerlo. Con efectos sobre la salud (1), que cada vez nos sorprenden más, sobre la memoria, manejo del estrés, la ansiedad, el dolor, el ritmo cardíaco, el sistema inmune etc.
Y en cuanto a la alimentación, será que si somos conscientes de que cuando comemos, estamos convirtiendo cada uno de esos alimentos en nosotros mismos y en la energía que nos mueve?
Se ha estimado que cada uno de nosotros sostiene la vida de su cuerpo, a través, de 37 billones de células aproximadamente (2). Son de 200 tipos diferentes con distintas funciones. Las células pueden permanecer durante toda nuestra vida o renovarse en diferentes periodos de tiempo, dependiendo de su localización y función. Por ejemplo, los glóbulos rojos se reciclan cada 120 días, las células que recubren el estómago aproximadamente en una semana, y las de la epidermis o capa superficial de la piel, alrededor de cada dos, y las del esqueleto humano cerca de cada 10 años. Sólo las neuronas de la corteza cerebral, y pocas más, parece que duran toda la vida.
Como no darles entonces, a nuestras células los mejores sustratos, a través de los alimentos, para que se desempeñen todo lo mejor que puedan?
Hacer la alimentación consciente, nos permite elegir alimentos, que al prepararlos de una manera adecuada y enfocándonos en su disfrute, nos hace sentir bien. Lo que nos lleva a tener un gran impacto en nuestra salud (3)(4) mejorando notablemente nuestra calidad de vida.
No cabe duda, como dice la conocida frase, „somos lo que comemos“.