El proceso de alimentación de los niños empieza a desarrollarse desde que están en el vientre de sus madres. Por supuesto, esto suena bastante coherente teniendo en cuenta que el feto vive gracias a los nutrientes que su madre le provee por medio de su propia alimentación. Pero en los estudios de JA Mennella, se demostró como la exposición prenatal y postnatal temprana a un determinado sabor, contribuyó al disfrute de los bebés a ese sabor cuando se les dió alimentos sólidos en la alimentación complementaria. Y que estas experiencias de sabor muy tempranas pueden proporcionar la base para las diferencias culturales y étnicas en la cocina. Lo que indica que una alimentación variada y saludable durante la gestación y la lactancia va a favorecer un mayor equilibrio alimentario en la infancia (1,2).
Es importante tener en cuenta que nacemos con una preferencia innata al sabor dulce. La leche materna tiene un ligero sabor dulce, y este sabor es interpretado como energía para el cuerpo, y ambos factores fueron importantes para nuestra evolución. Sin embargo la “neofobia” que muestran los niños como aversión a sabores nuevos y desconocidos parte también de un principio protector de la evolución, para evitar que comiéramos cosas desconocidas que podrían ser dañinas para nosotros. El miedo se supera a través de la imitación del modelo de alimentación de los padres y/o cuidadores y la frecuente exposición al alimento. Al principio, puede ser útil acompañado de otro alimento que ya es aceptado. Por ejemplo, si tú vas a una fiesta donde a ti nadie te conoce, y vas en compañía de otras personas que son muy conocidas y gozan de mucha popularidad, tendrás más probabilidad de tener más interacción con los otros que no te conocían. Y así también funcionaría con los alimentos en una comida.
La responsabilidad de los padres y/o cuidadores de los niños es brindarles alimentos que promuevan su crecimiento y desarrollo, pero deben ser los niños quienes decidan cuanto comer. Los niños siguen sus señales naturales de hambre y saciedad. Pedirles que se coman todo lo que está servido en el plato puede ser contraproducente porque deberá el niño pasarse por sus propios límites. Aunque si es positivo ofrecer constantemente nuevos alimentos para estimular el aprendizaje.
Así mismo, una alimentación estructurada juega un rol importante dentro de la vida familiar y social de los niños. En comunidad se aprende a disfrutar con los demás de la comida, pero es en el ambiente familiar donde se desarrolla una conciencia por una adecuada alimentación.
Por ello te sugiero, que si quieres que tu niño o niña tengan un buen referente para su alimentación o en general en su estilo de vida, tú te conviertas en el modelo que te gustaría que ellos imitaran.